viernes, 2 de julio de 2010

Cualquiera puede dominar el sufrimiento...

Te muestras distante, no eres la misma. Te sientes atrapada entre las miradas, las risas. Buscas un lugar seguro, aislado y silencioso, y creas un muro contra lo que te resulta ilógico y doloroso. Sientes ganas de llorar, pero no puedes, no dejarás que nadie se entere. Eres fuerte, aunque eso no sea sufiente.
Te mantendrás alejada como lo has hecho estos últimos años, sola y felizmente, ocultando a los demás la nostalgia que sientes. Te sientes confusa, perdida, no tienes nada claro. El mundo continúa su curso mientras tú te atascas, como rama que queda atrapada en la orilla y no puede continuar el curso del río.
Pero, por si fuera poco, te traicionan tus propios sentimientos. En parte crees que puedes evitarlos, pasarlos por alto, pero sabes que no tienes escapatoria a ellos y cuanto menos te lo esperas, tu careta de la felicidad se rompe y deja ver un poco de lo que está pasando en tu interior. Te invade la desesperación, la impotencia. Tratas en vano intento controlar tus emociones, pero tu cuerpo no te escucha, no atiende a autocontroles de esos que tanto te impones; ya que tú misma eres la que se acorta la correa, la que limita su propia libertad.
Cuando superas la crisis te lo tomas a risa, vuelves a crear otra máscara y aparentas verlo por el lado optimista frente a los que te rodean en ese instante-pero interiormente te preocupa, ya que estos ataques son cada vez más frecuentes.
Intentas pedir ayuda a la única persona en la que confías, pero incluso, te asalta la duda de si esa persona, tu confidente y amiga, se tomará enserio tu problema-o como se llame lo que te pasa-y si será capaz de mantenerlo en secreto. Luego, después de pensarlo durante largo tiempo de indecisión, decides que no.
No lo hará.
Has aprendido bien las lecciones de la vida, te has vuelto desconfiada, deseosa de encontrar a alguien que te entienda pero sin dar al principio mucha rienda suelta, ya que, el destino quiso que en los que más confiabas te atacaran por la espalda con una daga envenenada. Lo peor... es que te muestras indiferente, puedes sentir rencor pero en vez de culpar a los que te hicieron daño, te culpas a ti misma.

No comprendes nada, no sabes que camino elegir, no encuentras tu lugar en el mundo. Solo eres una figurilla en un estante, pequeña e insinificante.

" Cualquiera puede dominar un sufrimiento, excepto el que lo sufre".

William Shakespeare.


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