lunes, 15 de noviembre de 2010

Reflejo.

Recuerdos que antaño fueron gloriosos ensismiman hoy mi mente.
Viejas lágrimas derramadas son reemplazadas por otras nuevas que continuan el mismo camino al exilio.
El aire gélido de la mañana acompaña a mi corazón desierto por un sendero de anhelos inalcanzables, que por las circunstancias poco a poco son olvidados.
Lucha continua que permanece estancada, busco con desesperación la luz que me lleve a la puerta indicada.
Se lo que supuestamente es correcto e incluso lo intento, pero por más que me esfuerzo solo hallo descontento. Desmotivación que mañana pasará factura, hoy la sepulto bajo mi falsa armadura. Y aunque me impongo ser insconciente, del resultado tarde o temprano uno se arrepiente. Y más verdad que cierto no es que sea tonta, pero lo parezco.
Buscar mi futuro en los libros es mi frustración, mi deshaliento y aunque de vaga se me acuse, eso no es del todo cierto, puesto que de lo que intelecto carezco al trabajo costoso lo complemento.
Soy de vieja escuela, lo admito. De esa escuela que se aprendía al aire libre en el campo, en la que labrabas tú mismo las cosas y no memorizabas sin entendimiento lo escrito en un texto.
Y pese a que trato de adaptarme, no hay motivación que me lleve al camino que los padres actuales quieren.
Y sin acabar de asimilar la importante prueba de mañana, agotada me voy a la cama con la mente todavía atormentada, puesto que como dije antes:

Aunque me impongo ser inconsciente, del resultado tarde o temprano uno se arrepiente.


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